Historias para tomar el mundo - Es Nápoles


¿Cómo es Nápoles? ¿Es un misterio? ¿ es un mito, un montón de historias, anécdotas y leyendas? Si, podría decirse que si. Esa sería la conclusión más rápida, la que podemos sacar finalmente, pero entonces, a la sombra de todos esos adjetivos, de todo el peso de las leyendas, las historias, las anécdotas, los secretos, termina colándose por el ojo de esa aguja infinita que es la curiosidad la pregunta final.
¿Cómo es Nápoles?
Nápoles, Napoli, Naples…es difícilmente abarcable con un adjetivo calificativo de esos que se aprenden en primaria. Es linda, es fea, es antigua, es moderna, es segura, es insegura, es difícil, es simple, caótica, prolija…podríamos seguir entonces escribiendo y recuperando palabras del diccionario pero seguramente no llegaríamos a ponernos de acuerdo nunca.
Lo primero que me sorprendió de Nápoles es que pudiera superar las expectativas. Seguramente todos leyeron o escucharon decir que Nápoles es una ciudad “sucia” sin embargo el término y la realidad no se llevan de la mano, al menos en mi cabeza y la de muchos otros viajeros con los que compartí el tema. Debo reconocer que solo un comentario que leí en internet puede sintetizar el paisaje. Por ahí decía “…creí que el hotel estaba dentro de un basurero…”
La basura acumulada en las calles y las veredas no tiene parangón con nada que conozca, desde papeles de caramelos a colchones, pasando por heladeras, telas, comida y botellas, todos los despojos son parte del paisaje. Claro está que tanta basura no es producto de un día, una semana ni un mes, estamos hablando de una ciudad en la que excepto por una parte de la zona central, parece haberse quedado sin servicio de recolección de residuos el día después de su fundación. La basura no es un tema menor, ni quiero pasarme el resto de estos párrafos hablando de lo mismo, lo que sucede es que se convierte en un asunto omnipresente, entonces uno comienza, sin darse cuenta, a medir  las calles, las plazas, los paseos por la cantidad de basura que acumulan. La parada del transvesuviano en  Via Gianturco es más sucia que la estación del tren metropolitano en la misma calle. Via Duomo es la calle más limpia de todas y así se deja uno atrapar por la costumbre de observarlo todo con esa lente. 
Nápoles tiene encanto, tiene algo que es difícil definir, tiene su gente que es una mezcla de malhumorado eterno, bonachón, cascarrabias con un optimista inagotable. Tiene un tránsito que fluye apoyado en el vértice inestable de la providencia. Todo se mueve, todo avanza, todo circula de algún extraño modo y uno tiene que sumarse a eso sin intentar comprenderlo. Tiene callecitas pequeñas y la mayor cantidad de pizzerías por centímetro cuadrado. Tiene la pizza frita, tiene “la vera pizza”, tiene a Maradona en las paredes, en los souvenirs, en los altares, en el recuerdo y la retina de los que lo vieron y también de aquellos que lo heredaron genéticamente, la vista del Vesubio, la bahía que desde cualquier lugar te pinta el sueño de islas hermosas y paisajes agrestes.
Voy a poner en letras aquí, algo que desafía las reglas de las buenas costumbres, de los blogs refinados, de los ojos que miran por arriba, de las gentes que avanzan sin ver.  ¡Nápoles me ha gustado!  No se si merezco una mirada de extrañeza, una contemplativa de piedad o una de esas que lanzadas con una sonrisa demuestran incomprensión.  Goethe dijo una vez “Vedi Napoli et puoi mori” para la tranquilidad de los detractores y el horror de los entusiastas, la frase es exagerada pero se ajusta.

Comentarios