Sorrento, Italia... (Parte 1)

Sorrento. Pienso en Sorrento y me duelen los pies.
Me duelen los pies pero esos mismos pies sonríen (si pudieran claro) y como no pueden sonrió yo.
El asunto es que Sorrento, una pequeña ciudad de 16.000 habitantes en Campania, cerca de Nápoles, en la afamada Costa Amalfitana Italiana, esta apretada entre el mar y la montaña…pero (siempre hay un pero) la ciudad, la gente y su ingenio se le terminaron sublevando a la geografía y ahora está repartida por todos lados. Miro el folleto y dice que Sorrento tiene unos 9 kilómetros cuadrados,  ¡pero que 9 kilómetros cuadrados!, agregaría yo si pudiera.
Volviendo al tema de los pies, el asunto es que Sorrento va y viene con escaleras, callecitas, bajadas y sobre todo subidas, por todos lados, entonces o te conseguís un scooter o un auto o te manejas en ómnibus…o te caminas todo (como en mi caso) para vivirlo bien de cerca y disfrutarlo.
Llegamos al puerto en Ferry desde Nápoles. Un viaje corto, de 30 minutos, bordeando la costa de Campania y al llegar ya puede percibirse lo que será el encanto de un paisaje único. Las casas en los acantilados, las playas pequeñísimas, los barquitos y los veleros esperando.
nos recibió una explanada en varios niveles, llena de gente yendo y viniendo, algunos restaurantes y negocios al fondo. A un costado un pequeño y superpoblado estacionamiento para motos.
Si las primeras impresiones son las que cuentan en Sorrento el éxito está asegurado. EL sol pintaba todo de hermosos y vivos colores, la prolijidad del lugar mantiene el equilibrio entre un sitio cuidado y uno plastificado. EL mar, detrás, a un costado, es una sinfonía de verdes y esmeraldas mezclados con azul profundo. Las plantas y las flores terminan componiendo el cuadro…perfecto.
A la izquierda la Marina Piccola. El puerto más profundo de la ciudad, el lugar donde están parados los yates y veleros, donde llegan y salen los Ferries. A la derecha de la vista sorprendida la Playa de San Francisco. Una finísima lengua de arena entre el acantilado y el mar, colonizada por montones de muelles de madera que terminan en espigones de piedra soportando los embates de las olas. Esos muelles y también los espigones están florecidos de sombrillas, mesas, reposeras y cambiadores, de los más elegantes a los más comunes.

Hay una oficina de información turística junto a las boleterías de las empresas navieras que hacen los trayectos más diversos desde y hacia Sorrento. De aquí a Capri, a Amalfi, a Positano, a Nápoles, a Ischia y así lo que sueñes o necesites para cumplir ese sueño.  Cumplí con el ritual de conseguir un mapa del lugar, preguntar como llegábamos al departamento y algunos otros datos básicos como para adaptar la “idea” de los movimientos a la realidad del lugar. El ómnibus fue el transporte indicado por cercanía y sobre todo por costo. La costa amalfitana puede (y es) ser uno de los lugares más caros de Italia, sin lugar a dudas. El ómnibus sale y llega al puerto mismo (la línea que necesitábamos nosotros). Son colectivos muy pequeños, simpáticamente compactos que no necesitan explicación de sus dimensiones cuando se recorren algunas calles de la ciudad.
Como siempre los boletos se compran en las “tabacchi” , tabaquerías multi producto, algo que nosotros llamaríamos “kiosco”.
El ómnibus entonces comenzó a escalar por la empinada y serpenteante Via Luigi de Maio. Esta calle que muere en el puerto esta encajonada en la montaña y sube (o baja según se quiera) acortando la distancia de acantilado entre la costa y la meseta donde está la mayor parte de la ciudad, haciendo gala de una trepada interesante en un espacio tan reducido que cuando encontramos otros autos  en el camino casi desafiamos esa ley de la física que dice que “la materia es impenetrable”. Cuando llegamos arriba la actividad explotaba, la gente en los bares, las calles repletas, los negocios, los autos, las motos, todo en movimiento, un movimiento constante y colorido.
Bajamos en Piazza Tasso. Una pequeña plaza circular que bien podría ser el ombligo de la ciudad turística. A su alrededor hay varios bares y restaurantes importantes, siempre repletos, de sol y de gente, por la noche la dinámica es la misma solo que las ropas son más caras. Desde piazza tasso, sobre la izquierda la calle balconea imponente sobre la calle por donde nos trajo el ómnibus mostrando descaradamente la altura a la que estamos y el omnipresente mar.
De la plaza salen (o terminan allí) unas 5 o 6 calles, de forma imperfecta, para un lado Corso Italia con multitud de negocios, restaurantes, bares y departamentos. Para el otro lado Via San Cesareo, con más bares, restaurantes y negocios pero con espacios más “reducidos”. Esas dos calles (que son la misma pero cambian de nombre por la magia de la Piazza Tasso) podrían ser la columna vertebral del paseo por Sorrento. De ahí se desprende todas las demás, por ellas caminamos todos.








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