Napoles. El inicio.

 ¿Es un misterio? ¿ es un mito, un montón de historias, anécdotas y leyendas? Si, podría decirse que si. Esa sería la conclusión más rápida, la que podemos sacar finalmente, pero entonces, a la sombra de todos esos adjetivos, de todo el peso de las leyendas, las historias, las anécdotas, los secretos, termina colándose por el ojo de esa aguja infinita que es la curiosidad la pregunta final.
 ¿Cómo es Napoles?
Napoles, Napoli, Naples…es difícilmente abarcable con un adjetivo calificativo de esos que se aprenden en primaria. Es linda, es fea, es antigua, es moderna, es segura, es insegura, es difícil, es simple, caotica, prolija…podríamos seguir entonces escribiendo y recuperando palabras del diccionario pero seguramente no llegaríamos a ponernos de acuerdo, nunca.
Llegar a Napoles desde Roma, por tren, es un trámite simple y confortable. EL frecciarossa es un tren que en una hora, y 30/40 euros, mas o menos te deja apoyando los talones en Napoli Centrale, la estación de trenes más importante de Napoles y que a las 10 de la noche no se parece en nada al apocalipsis que me auguraron. Es más, me sorprendió lo moderna, iluminada y limpia que la encontré. Cierto es que uno llega a Nápoles con tantas recomendaciones y cuidados en la cabeza que no puede evitar sentirse absurdo en muchas situaciones. La primera fue tomar un taxi. Como en todas las estaciones o aeropuertos, de todas las ciudades del mundo, los taxistas son moscas y los viajeros dulce de leche. Es imposible evitar las ofertas de transporte en los idiomas más extraños, la persecución casi infinita y en algunos casos la contratación involuntaria. Napoles no fue la excepción pero necesitando en que movernos tuvimos que decidirnos por dos taxis (éramos muchos) para que nos llevaran a nuestro hotel (a unas pocas cuadras según google maps pero a tiro de taxi según el consejo del hotel mismo) Finalmente fue un viaje cortísimo, con una vuelta obligada para los vehículos (que caminando hubiéramos resuelto más rápido) y una tarifa sin tarifa que ante las preguntas y los cuestionamientos se convirtió en una disputa resuelta por abandono.
Nos alojamos en el Tiempo Hotel que esta junto al Hotel Magris en una zona de perfecta cercanía a todo lo que necesitas para estar en Napoles y utilizar la ciudad como punto pivote para recorrer la Campania. A pocas cuadras de la terminal de trenes, muy cerca de la parada del tren transvesuviano, que puede llevarte a Sorrento, a Pompeya o donde quieras en la costa amalfitana, cerca del centro antiguo y del puerto también. EL hotel está muy bien realmente y estoy seguro de que es una excelente elección por precio, ubicación y calidad. Además por la noche tiene un servicio de transfer gratuito que te “rescata” de la zona del puerto y el centro para llevarte directo al confort de tu habitación. Un servicio muy bien pensado para los que recorremos hasta quedar exhaustos y no encontrar transporte público disponible.
Lo primero que me sorprendió de Napoles es que pudiera superar las expectativas. Seguramente todos leyeron o escucharon decir que Napoles es una ciudad “sucia” sin embargo el término y la realidad no se llevan de la mano, al menos en mi cabeza y la de muchos otros viajeros con los que compartí el tema. Debo reconocer que solo un comentario que leí en internet puede sintetizar el paisaje. Por ahí decía “…creí que el hotel estaba dentro de un basurero…”
La basura acumulada en las calles y las veredas no tiene parangón con nada que conozca, desde papeles de caramelos a colchones, pasando por heladeras, telas, comida y botellas, todos los despojos son parte del paisaje. Claro está que tanta basura no es producto de un día, una semana ni un mes, estamos hablando de una ciudad en la que excepto por una parte de la zona central, parece haberse quedado sin servicio de recolección de residuos el día después de su fundación. Recordé el famoso paro de recolectores de residuos que tuvo de rehén a la ciudad hace un tiempo atrás y me negué a hacerme una imagen de lo que podría ser Napoles sin recolección de residuos si ahora esta en ese estado. La basura no es un tema menor, ni quiero pasarme el resto de estos párrafos hablando de lo mismo, lo que sucede es que se convierte en un asunto omnipresente, entonces uno comienza, sin darse cuenta, a medir  las calles, las plazas, los paseos por la cantidad de basura que acumulan. La parada del transvesuviano en  Via Gianturco es más sucia que la estación del tren metropolitano en la misma calle. Via Duomo es la calle más limpia de todas y asi se deja uno atrapar por la costumbre.
Dejando de lado la cuestión de la basura paso a reconocer que Napoles me gusto. Tiene encanto, tiene algo que es difícil definir, tiene su gente que es una mezcla de malhumorado eterno, bonachón, cascarrabias con un optimista inagotable. Napoles tiene su gente y esa gente (lo reconozco aunque encuentre fundamentalistas y detractores) es casi, casi como nosotros, los Argentinos. Aunque te llames Gimenez o Junot.
La arquitectura de la ciudad es muy interesante, conservando en la parte antigua, desde Piazza Cavour y sus alrededores para abajo, hacia el puerto, la esencia de una ciudad esplendorosa en la época que Napoles era un principado y la ciudad más importante del área. Las calles son puramente europeas con construcciones de los siglos XVII, XVIII y IXX.  EL estado de conservación de la mayoría de los edificios es relativamente bueno pero acá, otra vez, juega su papel la basura, la pegatina de papeles, el desorden. Un párrafo aparte merece el tránsito de la ciudad, que fluye apoyado en el vértice inestable de la providencia. Todo se mueve, todo avanza, todo fluye y uno tiene que sumarse a eso sin intentar comprenderlo.

Nos pusimos en marcha al atardecer para conocer el centro antiguo, caminamos a la estación Gianturco del Metro y después de un rato de examinar carteles y gráficos entendimos que la línea 4 nos llevaba a donde queríamos, la estación de Piazza Cavour. Subimos las escaleras hasta los andenes y nos sentamos a esperar la llegada del tren, tardo un buen rato, tanto que nos hizo dudar si llegaría alguna vez, finalmente apareció y preguntando a un empleado del ferrocarril nos enteramos que ahora paraba en otro andén, fuimos hasta allá y subimos. Sin pagar boleto, como hacen todos y como haríamos nosotros una vez más. Ya en Piazza Cavour nos rodeo la ciudad misma, todavía seguíamos pendientes de tantas cosas que nos habían dicho que nos costo “aflojar” las tensiones para entender que estábamos simplemente en otro lugar más del mundo, con sus defectos y sus virtudes, sabiendo también que no importa donde uno se encuentre tiene que estar atento, simplemente.









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